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lunes, 2 de agosto de 2010

El gobierno aprovecha el tiempo (Miguel Romero)

Rebelión

El proyecto de reforma laboral aprobado el día 29 en el Congreso endurece el texto presentado por el gobierno, pese a que no era fácil hacerlo. Se confirma así uno de los principios básicos de la política de gestión capitalista en estos tiempos: todo lo que se reforma empeora el original. Toxo y Méndez lo consideran “una aberración” . De acuerdo. Górriz ha señalado que esta reforma da aún más razones para la huelga general. Efectivamente. Y entonces, ¿qué hacemos?

Porque desde la convocatoria de la HG no se ve qué están haciendo CC OO y UGT, ni a decir verdad los demás sindicatos que la apoyan, para prepararla. Digo “no se ve”; claro que hay en marcha reuniones y tareas internas de preparación, más o menos intensas según sectores y federaciones. Pero una huelga general es una acción política que busca un impacto general en la ciudadanía: su preparación tiene que “verse”, especialmente cuando uno de los objetivos importantes es crear un ambiente de movilización que empuje a los indecisos, a los del “no va a servir para nada”.

Convocar una huelga general con más de tres meses de anticipación fue una decisión sin precedentes y muy arriesgada. El argumento de Toxo de que una convocatoria a finales de junio o principios de julio hubiera sido un “paripé” fue una larga cambiada para no tener que reconocer públicamente un problema real, que confirmó de forma palmaria la huelga del 8 de junio en la Administración: a saber, por razones diversas, lejanas y próximas, políticas sociales, que no entran en los límites de esta nota, sólo una minoría de la población trabajadora estaba motivada para hacer una huelga general, pese a que la inmensa mayoría rechazaba las “reformas” presentes y futuras del gobierno. Es cierto que una convocatoria a corto plazo corría riesgos de tener un impacto débil, como ocurrió en con la huelga del 29 de junio en Euskadi, que sería además magnificado por los medios. Pero un aplazamiento tan prolongado cargaba también con riesgos muy serios: por ejemplo, que la preparación de la huelga pareciera que se tomaba vacaciones hasta septiembre, mientras que el gobierno y la patronal no se las toman, sino más bien todo lo contrario, como estamos comprobando.

A día de hoy, podemos constatar que la huelga general del 29 de septiembre no es considerada una amenaza significativa por parte de ninguno de los promotores (activos y pasivos, porque lo del PP dejando enfangarse al gobierno es de manual) de la reforma laboral, ni de las futuras reformas de las pensiones y de la negociación colectiva. Actúan como si no existiera, probablemente porque piensan que cuando exista tampoco será un obstáculo mayor.

En vísperas del 1 de agosto poco puede hacerse que tenga efectos inmediatos y no vale de mucho lamentarse por el mes y medio perdido. Pero el trabajo pendiente es enorme para evitar que el 29-S no termine siendo, aunque no se quiera, un “paripé” . No es verdad que se hayan “ganado todas las huelgas generales”. Ésta es además, posiblemente la más difícil. Bien está el optimismo de la voluntad, siempre que no nos haga olvidar que remamos contra la corriente y cada metro de avance va costarnos mucho esfuerzo. El miércoles 27, Toxo afirmó que “de la resignación se puede pasar a la crispación fácilmente, y sólo hay un pasito”. Muy bien. Pero también hay sólo un “pasito” para regresar a la resignación si el adversario hace lo que le viene en gana y sólo se le oponen declaraciones y lejanas advertencias de respuesta. Ojalá el 29-S consiga obstaculizar los planes de gobierno y patronal. La amenaza de la huelga general no lo está consiguiendo.

Desde el 14 de diciembre de 1988 no ha habido una posibilidad, y una necesidad, tan grande de luchar de una manera unitaria en la izquierda social y política. Cada cual tenemos nuestra cuota de responsabilidad para que esta posibilidad y esta necesidad se realice, pero la responsabilidad fundamental es de CC OO y UGT, que tienen además la oportunidad de empezar a recuperar, CC OO especialmente, el peso y la autoridad política, que con todo merecimiento habían perdido. Si no aprovechamos esta oportunidad, es decir, si el día 29-S no fuera el motor y el símbolo de un cambio de rumbo, desde el desnortado diálogo social que padecemos, a la construcción de una red de resistencias sociales y políticas, perderemos todos. Pero más que nadie UGT y, especialmente, CC OO. Probablemente sus dirigentes lo saben. A ver si se les nota.

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